martes, 14 de diciembre de 2010

Tepoztlán y la magia de El Tepozteco


Salimos del DF rumbo a Tepoztlán. Mientras nos acercábamos a nuestro destino, el cerro del Tepozteco empezaba a asomarse junto con el atardecer. Esta vez me acompañaba Polo, mi amigo y compañero de banda.


Nuestro autobús llegó a la central de Tepoztlán (Morelos) como a las 6 de la tarde. Un taxi nos llevó hasta el hostal donde dormiríamos esa noche. Entre calles pequeñas y empedradas el taxista saludaba a todo el que se topaba en el camino.

Llegamos a una pequeña posada llamada La Palma (Calle Matamoros, 45) a unas cuantas cuadras del mero corazón del pueblo. Tocamos (como decía en el letrero) y nos abrió Silvia, una mujer joven con un aspecto extranjero, quien junto con su esposo Marco son los dueños del hostal; una acogedora posada con un par de habitaciones y un bello patio con hamacas.



Dejamos nuestras cosas para salir a caminar un poco y buscar algo para cenar. Durante nuestra caminata nos topamos con algunos puestos de venta de piezas de barro, unos chicos bailando break y un hombre que nos pidió 10 pesos diciendo que nosotros éramos buenos muchachos. No le dimos nada; en verdad no teníamos 10 pesos, pues apenas íbamos a sacar dinero para comer. (Pero sí somos buenos muchachos, en serio)


Cenamos pizza y una cerveza en la terraza de un restaurante pequeño con buena vista. Era de noche y el pueblo parecía dormir temprano, así que hicimos lo mismo y nos fuimos a descansar a nuestra morada.

Al día siguiente, el plan era subir el famoso cerro del Tepozteco. Caminamos hasta una de las calles principales, misma que lleva hasta la entrada del cerro. Antes de iniciar el trayecto, nos detuvimos a desayunar una quesadilla de huitlacoche y a comprar un poco de agua para el camino.


Hay que admitir que, puesto que no hacemos mucho ejercicio, nuestra condición física está bastante deteriorada, así que a los pocos minutos de empezar nuestro recorrido por el cerro, ya nos sentíamos algo cansados. Sin embargo el entorno era bello, verde y con una magia capaz de aislar y despejar la mente de cualquiera que camine por ahí; así que decidimos continuar aunque acabáramos con las piernas muertas.



Casi en la cima, después de aproximadamente 40 minutos de subir por piedras que van formando escalones, un pasadizo y una luz me hicieron imaginar lo que sienten los muertos al “entrar al cielo”. Sabía que estaba cerca de llegar a lo más alto del Tepozteco.


Arriba hay que pagar aproximadamente 30 pesos para entrar a una pequeña zona arqueológica ubicada en la cima. ¿Por qué hacer una pirámide en un cerro tan alto? Sólo nuestros antepasados tienen la verdadera respuesta a ello, aunque se dice que este lugar cumplía funciones de observatorio astronómico. Incluso, a la fecha, hay quienes aseguran haber visto OVNIS por ahí (http://www.rense.com/general72/mexm.htm)

El señor que cuida el lugar me dijo que estaba yo parado en un lugar mágico y con mucha carga de energía positiva. Me aconsejó subir a la pirámide y pedir buenos deseos, pues según la gente que ha visitado el lugar, muchos de éstos se cumplen. Sin cuestionarme mucho el tema, seguí los consejos del hombre que cuida la cima del Tepozteco. Me senté en la pirámide, cerré los ojos por varios minutos y pedí mis deseos.




Antes de bajar me detuve a apreciar la gran vista del pueblo, caminé por los alrededores y conocí a un par de amigos tejones. En mi camino de regreso me topaba con gente que apenas iba de subida y me preguntaban “¿me falta mucho?”, y yo les decía “la verdad sí, pero vale la pena”.

Al regresar, teníamos un poco de hambre así que decidimos comer en Los Colorines, un restaurante muy tradicional y famoso entre los turistas que visitan Tepoztlán. Mis sopes con queso y salsa y mi cocacola me supieron deliciosos.



Finalmente era tiempo de regresar al DF, pues éste era un viaje corto de tiempo. Regresamos por nuestras cosas al hostal, nos despedimos de Silva y Marco y tomamos un autobús de regreso a la ciudad.


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