lunes, 20 de septiembre de 2010

El Chiflón: un cañón que une a las personas.

Adriana tenía razón cuando, antes de iniciar nuestro recorrido, nos dijo “Mírense bien entre ustedes, en este momento apenas se conocen y no se sienten cercanos los unos a los otros, pero verán que al final todo será muy diferente...”  Sin hablar mucho al respecto, emprendimos nuestra caminata, adentrándonos en las faldas de El Chiflón, un cañón ubicado al este de Saltillo, Coahuila. 


Hacía calor, la vegetación estaba viva y verde. Al caminar, podía sentir las ramas y el pasto rozar mis pantorrillas. Mis tenis no tardaron en mojarse y llenarse de lodo, sin embargo esto era de esperarse, pues desde el principio nos advirtieron que no lleváramos nada que no quisiéramos que se mojara, ya que la única forma de terminar la aventura en el Chiflón, es completamente empapado.

A paso lento y tomándonos el tiempo para observar las plantas, subimos por el cañón. Íbamos unas diez personas en el grupo. Todos éramos distintos; en edades, en profesiones, en experiencias.


Entre la plática y las fotos y sin darme cuenta, ya habíamos llegado al centro del cañón, de donde nace una cascada. La vista desde ahí era cautivante. Es curioso imaginar el mundo de cosas que suceden ahí sin que nadie se testigo de ello. El viento, los insectos, las hojas, el agua... una vida entera transcurriendo en silencio.


Durante nuestro descanso en la cima del cañón, los guías aprovecharon para instalar las cuerdas por las cuales iniciaríamos nuestro primer descenso. Al cabo de unos minutos ya estábamos haciendo rappel al lado de una cascada. Mojarse era inevitable y delicioso. Mirar hacía abajo era aceptar que pronto acabaría completamente bañado en las aguas de la cascada. 



Luego siguieron otros dos descensos que fueron más divertidos, porque el trayecto era más largo y la cascada más ligera, así que uno puede bajar pisando las piedras por donde corre el agua y sentirse todo un aventurero. La emoción del rappel, a mi juicio, consiste en la sensación de caminar en reversa, con la vista al cielo y a muchos metros de altura... pero sintiendo la confianza de que nada malo puede suceder.



Una aventura no planeada

A partir de este momento tuve que guardar la cámara, así que no tengo fotografías. Sin embargo todo esto lo documentamos en video y pronto podrán verlo en el programa "Vive viajando" en la página oficial de Volaris.

Al finalizar nuestro último descenso, cuando pensábamos que el recorrido había terminado, un suceso ajeno a los planes le dio un nuevo giro a nuestra aventura. Una señora que se encontraba con un grupo de familiares y amigos disfrutando de la naturaleza del cañón se fracturó el tobillo por una mala pisada.

La gente a su alrededor, sobre todo su esposo, entró en pánico al ver que la fractura era fuerte y que nos encontrábamos en medio de un cañón al cual no pueden acceder vehículos y salir de ahí implica escalar y caminar entre ramas.Por suerte, Adriana nuestra guía y varios de los compañeros de Emotion Team conocen de primeros auxilios, por lo que con su ayuda y la del botiquín que llevábamos, iniciamos nuestra labor de rescatistas. 

Empezó a llover. Una parte de nuestro grupo se fue adelantando y el resto nos quedamos a ayudar. En lo que esperábamos a que el equipo de rescate profesional llegaran con la camilla nuestros guías entablillaron e inmovilizaron a la señora. Cuando por fin llegó la camilla, entramos todos en acción. Entre los que nos quedamos del grupo y los amigos de la señora, fuimos moviéndonos entre charcos, ríos y piedras para poder sacar a nuestra paciente del cañón. 
Después de aproximadamente una hora de camino, haciendo relevos, metiéndonos al río, raspándonos nos codos y las rodillas, llegamos a las faldas de  El Chiflón, donde ya esperaba la ambulancia. La sensación de logro fue increíble. Es increíble ver cómo, cuando es por una causa en común, un grupo de desconocidos se convierte inmediatamente en una familia.

Nos despedimos sintiéndonos héroes y fuimos a alcanzar al resto de nuestro grupo para regresar a Monterrey, pero antes decidimos ir juntos a cenar tacos. 

La cena supo deliciosa. Entre el recuento de las anécdotas y emociones que juntos en el Cañón del Chiflón, tanto en el recorrido como en el rescate, nos dimos cuenta que lo que Adriana nos dijo al principio era real. A estas alturas, la relación entre los compañeros de aventura era muy distinta. Pronunciábamos nuestros nombres como si nos conociéramos de siempre y había una conexión especial entre nosotros.

Después de los tacos y el resto de la charla, nos despedimos. Llevándonos en la mente grandiosos recuerdos de lo que vivimos en aquel cañón, que a estas horas se encontraba oscuro y solo, pero lleno de huellas y memorias.


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